Diálogo porteño
-¡Oiga!... ¡Diga!...
- ¿A mí me habla?
-Sí. ¿Conoce la calle Artigas, maestro?
-¿Maestro yo? ¡Si apenas terminé la primaria! Tuve que ayudar a mi papá desde chico.
-¿Qué me está diciendo, mozo?
-Eso sí que no lo hice, ¿Ve? De mozo nunca trabajé.
-Estoy apurado, hermano. ¿Conoce o no conoce esa calle?
-Siempre me dijeron que era hijo único, ¿hermano de dónde?
-¿Me está tomando el pelo, compañero?
-Le aclaro: peluquero tampoco soy. En cuanto a lo de compañero… ¿De qué colegio?
-Amigo: la calle Artigas.
Amigo puede ser mientras no me pida plata.
-¡Vamos, viejo, si lo único que le pido…!
-Viejo no: me queda mucha cuerda todavía.
-¡Nene: no me haga bromas!
-Tampoco hay que exagerar; hace años que dejé el chupete.
- ¡Dale, negro!
-Un poco quemadito nada más, y por el sol.
-Qué complicado es usted, tío.
-Más tío será su abuelo.
- Me está aburriendo, loco; ¿sabe o no sabe?
-Bueno…Dicen que los locos son los más sabios…
-Lo único que quiero es encontrar esa calle, joven.
-¿Usted cree? ¿Qué edad me da?
-Me ganaste flaco, abandono.
-¿Flaco con noventa kilos?... Mire, si busca esa calle
pregúntele a aquel señor.
-¿El mono que viene allá? ¡Gracias, m`hijo! ¡Oiga!...
¡Coso!... ¡Che!... ¿Conoce la calle Artigas, maestro?
De Horacio Clemente, Libros del Quirquincho.
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