19 feb 2016

LAS DIVERSIONES MUNDANAS EN EL 900

                                       LAS DIVERSIONES MUNDANAS

   "Montevideo contaba con no más de diez lugares de esparcimiento público por los cuales giraban los montevideanos día tras día repitiendo fórmulas codificadas e invariables.

  1.    La calle Sarandí:(25 de Mayo comenzaba a abandonarse)en el tramo que va de la Plaza Constitución a la Plaza Independencia, con alguna incursión cada vez más audaz por 18 de julio, llegando los más arriesgados hasta la Plaza Cagancha, sobre todo después que en 1900 se inauguró el Ateneo de Montevideo. En la primera parte del itinerario estaban las tiendas ofreciendo los bramantes, cocos, alemaniscos, y la muy dominante "La Sirena". Pero más que la compra se trataba de "mirar vidrieras" y de pasear, de conformidad con un código muy estricto que establecía que la "high life" transitaba por la vereda norte y el pueblo por la vereda sur, cosa ya bien sabida por los comerciantes pues los establecimientos ricos e importantes estaban en la primera, donde caía suavemente el sol en invierno, y los depósitos y negocios menores en la segunda.
  2.  El Prado: Otro lugar era el Prado, pero solo los domingos o días de fiesta. El casco de la vieja quinta de Buschental, "Buen Retiro", venía siendo ampliado por la Intendencia; al puente construido por su antiguo propietario, agregó en 1895 uno de "dos tramos apoyados en pilares de granito rojo, coronados de esfinges y de candelabros de bronce". Tardaría quince años en construirse la pérgola del Rosedal, pero los paseos se sembraron de estatuas grecofrancesas y de mirones, entre los cuales desfilaban, sin descender jamás de sus volantas, yendo y viniendo durante horas por el mismo trillo, las señoras y sus hijas en edad de merecer. Al caer la tarde los carruajes volvían a todo correr por la avenida de la Agraciada: encorsetadas y rígidas bajo sus enormes sombreros, las matronas habían cumplido con la función de "tomar aire" y saludar a las amistades; las jovencitas retornaban ruborosas comentando sus conquistas.
  3. El Parque Urbano: Con su inmenso lago, su castillo medieval, sus jardines de roca en estilo oriental, su fuente española y complementado con la playa Ramirez. Desde 1910 comenzó a ser invadida por la plebe, pero a comienzos de siglo disfrutaba de prestigio. Además siempre se contaba con la posibilidad de ir al suntuoso salón blanco del Hotel del Parque, destinado a bailes.
  4. Villa Dolores: Como parque ninguno aventajaba al que construyera para su deleite personal uno de los millonarios y filántropos criollos más alabados en su tiempo: Alejo Rossell y Rius. En honor de su esposa, Doña Dolores Pereira, construyó el divertido Villa Dolores . Siguiendo la costumbre, edificó bien lejos de la ciudad un vasto parque zoológico para el cual adquirió raras especies en Europa, dotándolo de lagos, puentes, cascadas, paseos, montañas, etc.
  5. Las Playas: Las playas fueron un invento de las compañías de tranvías eléctricos. Los Pocitos se debió a la Sociedad Comercial de Montevideo, la compañía inglesa que tendió los rieles y construyó el hotel y el muelle de paseo sobre la arena. Las familias bien se bañaban en la zona donde los sexos quedaban cuidadosamente separados: enfundados en lo que correctamente se llamaban trajes de baño salían de los carritos, se entraban un instante en el mar y cumplido este ritual de procedencia inglesa y francesa que la mundanidad exigía, volvían a vestirse para el paseo. Solo parecían disfrutar de esa parte del ceremonial veraniego las gentes de medio pelo que se bañaban en la zona promiscua, mujeres, hombres y niños entreverados. Para la "high life", en la cual ya tenían cabida los turistas porteños, lo importante era pasear, oír la música de la banda que tocaba a la caída del sol, establecer relaciones y dormir suculentas siestas. Por sobre todo, entablar acercamientos amorosos, que sin embargo no eran todo lo fáciles que podría imaginarse.
  6. Los teatros: Estos eran encabezados por el teatro Solís y el Urquiza. El teatro no es solo un local donde se va a escuchar buena música, buen canto o excelente declamación; es un campo de sociabilidad también.
Extraído de "La belle epoque " de Angel Rama


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