LA REALIDAD ERÓTICA
“Nadie
puede imaginarse hasta donde llega el pudor aborigen de las uruguayas.
Requeridas por el pretendiente, hay entre ellas quien se defiende durante
tiempos y tiempos a rodillazos, con las manos, con los pies, haciendo armas de
los objetos de la sala, echando espuma por la boca, pirueteando, escurriéndose
en el suelo, bajo los muebles, detrás de las puertas, fatigando al gladiador,
que acaba por ceder, dominado por aquel apocalipsis de protesta, por la
tenacidad indígena de aquellas fieras enfaldadas.
A ciertos novios les hace
gracia esta resistencia que dobla sus apetitos, que aumenta la ilusión que
ellos tienen de su amada y acaban por expresar a ésta el agradecimiento por las
patadas recibidas, casándose gozosos, en premio de tal conducta. Cierto novio decíame:
su resistencia duró nueve años como el Sitio Grande, después de la cual los
azahares del matrimonio ornaron su cabeza de Minerva. Si ella me hubiera
cedido, la hubiera abandonado, en la certeza de que yo no fui el primero.
Excusado es decir que los pretendientes gustan de enseñar como
cicatrices gloriosas los moretones que en sus perniles dejan los puntapiés de
sus Julietas. Estos por lo común salen descompaginados de la lucha; llevando
alguna fractura en la corbata, el saco o la camisa; con dos o cuatro botones
menos. Sus novias recogen poco después como botín de guerra algunos mechones de
cabello que han quedado esparcidos entre la alfombra y los suelen ofrecer a la
Virgen Inmaculada dentro de un relicario, impetrando fuerzas para la salvación de
su virginidad.
Julio Herrera Y Reissig (“Los Nuevos
Charrúas”)
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